Esa noche estaba sola en casa. Después de que su madre le dijera que no podía salir ya que se jugaba tarde y luego le tocaría volver a casa sola y por el bosque a oscuras. Ella, muy cabezona, tenía muy claro que iría a casa de una amiga a verlo si o si, y así lo izo.
Marchó poco después de que su madre se fuera a trabajar, cerca de las 20:00. Le quedaba aún media hora de camino. Fue andando con la puesta de sol de cara y con música en los oídos.
Entre risa y risa había una preocupación: sabía que tenía que volver andando a casa, sola y por esas espeluznantes curvas acordonadas de bosque… de oscuro y aterrador bosque…
Eran ya las 2 de la madrugada y la gente empezaba a recogerse en sus casas. De todos los que eran al principio de la celebración, sólo quedaban tres, y al cuarto de hora pasaron a ser de nuevo la amiga y ella. Los padres de esta no tardaron mucho en llamarla para que volviera, así que Jane se quedó sola.
Se quedó unos minutos sentada en un banco pensando en otras alternativas, pero ninguna podía ser posible ya que su madre no se debía percatar de que Jane había estado fuera de casa durante tanto rato, es más no debía saber que Jane había salido de casa. Así que se puso de pie y se prometió a si misma no tener miedo.
Cuando no iba ni por medio camino, empezó a tener la sensación de que alguien le seguía. Hacía viento, y las hojas secas caídas de los árboles hacían ruido al arrastrarse por el suelo. Se giró varias veces para comprobar que iba sola, y sí, estaba ella sola, cuando de repente salió un hombre ebrio de entre los árboles; este cantaba y decía barbaridades en voz alta. Jane, asustada, decidió caminar más rápido. Se giró de nuevo para localizar al borracho y alejarse al máximo, pero ya no estaba, o al menos eso parecía. Sus ojos no lo veían pero el temor de que quizás se encontraba escondido entre los árboles persistía y además los ruidos y la sensación de ser seguida no ayudaban mucho.
Jane se detuvo. Aterrorizada se dispuso a parar en medio de esa carretera sin un solo coche. Miro a su alrededor y agudizó el oído para detectar algún paso. Pero no, todo estaba calmado. Entonces emprendió de nuevo el camino de regreso a casa, pero esta vez lo izo distinto. Pensó que si tenía la mente distraída en otras cosas, el miedo menguaría. El método era ir andando sin parar en ningún momento, mirando hacía el cielo y sin para de contar.
Inició dicho juego. Fue contando hasta veinte varias veces. Cada vez estaba más cerca de casa. A la cuarta vez que empezó a contar se encontraba a tan solo 5 calles, cuando inesperadamente al llegar al número 12 se desplomó una estrella en el cielo, una estrella fugaz, larga y duradera, hasta le dio tiempo de pensar y pedir un deseo; así lo izo, cerró los ojos apretandolos muy, muy fuerte y repitió exhaustivamente su deseo.
Éste se cumplió.
Su deseo fue el de llegar cuanto antes y sana y salva a su casa…
Albitaa :) me gusta mucho!
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